¿Y tú, pasando frío?
Hay que frenar la actitud irresponsable de quienes
explotan inadecuadamente a los acondicionadores de aire, uno de los aparatos
mayores consumidores de energía.
De 24 a 25 grados centígrados resultan temperaturas algo
más que apropiadas para que los trabajadores de una oficina o de cualquier otro
local, que posean equipos acondicionadores de aire, disfruten de un ambiente
agradable.
Sin embargo, aunque esta sugerencia aparece contenida en casi
todos los manuales de explotación, todavía hay muchas personas que
prefieren programarle cifras muy por debajo a la sugerida, incluso hay
casos en que llegan a los 18 grados o menos, aun cuando en el exterior estén en
ese entorno o algo superiores, pero quizás sin superar los 25 grados.
¿Que sentido tiene ubicar los termómetros en semejante clima y
obligar a que muchos de los trabajadores deban ponerse abrigos para
soportarlo?, y estamos hablando de quienes laboran en el lugar, entonces qué
decir de aquellos que los visitan y no van preparados para resistirlo.
Algunos aducen que ubican los termostatos en bajas temperaturas
para que enfríen el ambiente mucho más rápido y eso no es así, porque la
realidad es que en ocasiones lo único que logran es que las personas al
enfrentarse a los bruscos cambios de temperatura puedan pescar algún resfriado
y hasta peligrosos estados gripales, y esto ocurre porque no olvidemos que en
Cuba, una vez terminada la jornada laboral, el personal se enfrenta en el
exterior a un calor que está por encima de los 28 grados Celsius en el
verano.
A esta situación se suma que ubicar el ambiente en 18,
19… grados, tanto en oficinas, como en los hogares, obligan al equipo a
trabajar continuamente, sin ningún tipo de pausa, para primero alcanzar el
rango fijado en el termostato y luego poder sostenerlo, lo que supone un
deficiente aprovechamiento que provoca un consumo de energía eléctrica
totalmente irresponsable.
Cuando en el país existe una política para proteger al
medio ambiente, salta más a la vista la actitud irresponsable de quienes
explotan inadecuadamente a los acondicionadores de aire, uno de los aparatos
mayores consumidores de energía y que además son capaces de entregar cantidades
apreciables de aire caliente a la atmósfera durante su funcionamiento,
contribuyendo así al calentamiento global.
¿Existe respeto hacia animales de carga y tiro?
Se impone establecer severas medidas para quienes los
sobreexploten y maltraten.
El trabajo por cuenta propia ha comenzado a sumar una
mayor cantidad de personas que han decidido lograr obtener sus ingresos a
través de la explotación de diversas especies de animales de carga y tiro
que resultan todos aquellos cuadrúpedos que auxilien o compartan actividades
con el hombre.
Por eso, sin dilación alguna, urge reglamentar la
conducta humana para evitar cualquier manifestación tendente al maltrato o
sobreexplotación de esos seres irracionales, pero que resultan tan necesarios
para mejorar o enriquecer la vida de cualquier comunidad; sin olvidar además
que ellos poseen una extraordinaria capacidad para manifestar de alguna manera
sus sentimientos.
Se impone promulgar disposiciones o leyes que les
ofrezcan una real protección y establecer reglas adecuadas de conducta que
erradiquen de raíz el maltrato y otros actos que en muchas ocasiones pueden ser
calificados de extrema crueldad.
No es posible olvidar que el trato justo y humano a
caballos, bueyes, chivos,… contribuye a mantener una comunidad sana,
desde diversos puntos de vista, pues su alteración o perturbación pueden
contribuir a la aparición de actos vandálicos. Esos animales constituyen parte
del sistema de vida en que el hombre, la familia y la sociedad se desenvuelven.
Las disposiciones dictadas hasta ahora, no tienen el
alcance requerido para hacer verdaderamente obligatorio el manejo y trato
adecuado a que son expuestos los animales de distintas especies, de ahí que todavía
seamos testigos de actos primitivos.
Fuertes multas e incluso penas carcelarias deberían
ser impuestas a quienes obliguen a trabajar a los animales que sufran alguna
enfermedad, estén heridos, posean «mataduras», o tengan algún nivel de desnutrición.
Mientras no se apliquen duras medidas (multas y otras
sanciones), las personas que deploran el maltrato animal sufrirán al ver como
los animales de tiro o carga, la mayor parte de las veces no disfrutan de
un descanso o esperan por algo durante sus duras jornadas de labor, amarrados o
estacionados bajo el ardiente sol o la inclemente lluvia y aun sin agua para
saciar su sed, como ocurre con los equinos que he visto a las dos de la tarde
en la céntrica calle prado.
Considero que entidades estatales deberían
sumarse al estudio de disposiciones que luego se apliquen con todo el
rigor y establecer una estrecha vigilancia sobre su cumplimiento.
Es imprescindible que todos los animales de carga sean
bien alimentados y tengan espacios adecuados que garanticen su seguridad y
salud.
No es posible continuar permitiendo que la carga impuesta a los animales rebase la tercera parte de su propio peso y que cuando esto se viole y el animal caiga derribado al suelo, entonces además se le golpee, como he visto en ocasiones.
No es posible continuar permitiendo que la carga impuesta a los animales rebase la tercera parte de su propio peso y que cuando esto se viole y el animal caiga derribado al suelo, entonces además se le golpee, como he visto en ocasiones.
Defender los animales que trabajan es un deber moral
de todos y reflexionemos sobre el cuidado y conservación de especies que sin
rebelarse asumen con mansedumbre la dura labor que sus dueños les impongan.
Las plantas no solo decoran las oficinas.
¿Diazepán, meprobamato, tilo?, … Apenas sería necesario el consumo de esas tabletas o brebajes si el estrés laboral que también sufren los cubanos se controlara desde las aéreas de oficinas con una decoración a base de plantas naturales.
Por eso no sería desacertada la idea de que los
sindicatos de base exigieran que en los planes de protección e higiene del
trabajo de las industrias o actividades de servicio se incluyan para las zonas
de oficina no solo la demarcación de áreas para fumadores, sino también la aplicación
de arreglos decorativos a base de plantas ornamentales naturales.
Este criterio puede ser acuñado para su negación como
un “deseo superficial” y en el mejor de los casos que su aplicación puede
esperar indefinidamente por la llegada de “tiempos mejores”, pues otras tareas
son mucho más relevantes, sin embargo así se soslayan criterios médicos muy
sólidos que aseguran que el verdor de las plantas en las oficinas generan un
ambiente más natural al que el cuerpo responde muy bien, permitiendo incluso el aumento de la productividad del trabajo, pues las
personas laboran más a gusto en un ambiente sano y tranquilizador.
Cuando oficinistas, secretarias, contables, … pueden
cada cierto tiempo levantar la vista de sus tareas cotidianas y hacer que esta
tropiece, al menos por unos segundos, con el verdor que resalta desde las
macetas se reduce el nerviosismo que puede crear el plazo de cumplimiento de
cualquier labor, elevando de esa manera la concentración en lo que hacen.
Científicos han comprobado que en los lugares
decorados con vegetación mejora la calidad ambiental y la salud física y
psicológica de los trabajadores, además ellas elevan el nivel de humedad y
pureza del aire, ayudando a prevenir la tos y resequedad de las mucosas,
garganta y piel, sobre todo en los centros laborales que posean
acondicionadores de aire.
Las plantas también ayudan a absorber elementos
químicos contaminantes, reducen la cantidad de polvo en el aire, protegen del
ruido y disminuyen la fatiga en las personas, por eso ayudan a reducir el
estrés laboral y sus consecuencias que se traducen en una amplia variedad de
enfermedades.
Pero no se trata de que a partir de ahora las
administraciones presionadas por los sindicatos salgan a comprar de inmediato e
impensadamente cualquier planta; eso no es correcto, porque también hay que pensar en la salud de ellas,
recordemos que son seres vivos.
Incluso se puede decepcionar al personal cuando la
administración adquiere las plantas incorrectas y perecen, provocando un efecto
totalmente opuesto al que se pretende. Las plantas que se escojan deben ser
resistentes a lo que abunda en la oficina: el calor de las computadoras, aire
encerrado, poca o nula luz solar, solo iluminación artificial y hasta poca
agua.
Los fitosanitarios que ahora abundan en los puntos de
venta pueden asesorar a las administraciones y aconsejar el uso de variedades
resistentes al medio al que la vamos a confinar.
Entre las plantas de interior que más facilitan la
calma y el descanso están la violeta africana, las orquídeas, la sábila, los
helechos y la esparraguera y ellas pueden ubicarse en macetas en el suelo,
sobre mesas de trabajo, anaqueles, libreros o colgadas.
Involucrar a todos en la higienización de la ciudad.
Inteligentes campañas educativas pueden llegar a sensibilizar en la
necesidad de mantener limpia la capital cubana.
Mi Habana no es una ciudad que se caracterice por la
pulcritud de sus calles, parques y avenidas y un elemento clave en su
maltrecha higiene es, en parte, consecuencia de la actitud pasiva de sus
pobladores, debido fundamentalmente a la insuficiente propaganda
educativa.
Para mantener una urbe limpia se debe involucrar a todos los actores de la sociedad, de manera que las campañas de higiene ambiental tengan la suficiente calidad y presencia entre los ciudadanos, y que sea capaz de tocar la conciencia bajo la alerta de que si agredimos el medio ambiente estaremos a merced de severos perjuicios para la salud humana.
Y es que una buena parte de los habitantes parece
considerar que el saneamiento de las áreas urbanas es una tarea que solo le
compete a las autoridades de cada territorio y por ello algunos adoptan una
actitud indiferente ante quienes dejan caer -en aceras, calles y parques-
cualquier tipo de envases y envoltorios, algunos conteniendo animales que
fueron sacrificados en ceremonias religiosas; sobre estos últimos residuos sólo
queda, en mucho de los casos, esperar a que la naturaleza actúe y desaparezcan
gracias a la descomposición.
También tendríamos que preguntarnos si en los hábitos
higiénicos de los citadinos han incidido, con mayor o menor fuerza, los
insuficientes medios con que cuenta la empresa Comunales para la recogida de
los desechos sólidos urbanos.
La capital tampoco posee un personal que permita
establecer control para determinar quiénes son los que en forma indiscriminada
arrojan residuos en la vía pública, a fin de que se establezcan sanciones
capaces de apoyar las labores que se establezcan. Ellos serían el complemento
ideal de las campañas educativas.
Y no se trata de contratar, como ya se hizo en una
ocasión, a trabajadores jubilados que vestidos de civil pretendían multar a
quienes incurrían en violaciones, que incluían la destrucción de jardines y
áreas verdes. Creo que la práctica dejó bien demostrado que se manifestaba un
total irrespeto a ese personal que incluso no era muy cumplidor de su trabajo.
Creo que los habaneros agradecerían mucho la presencia
en las calles de un cuerpo de vigilancia especializado y con toda la autoridad,
preferentemente uniformado que se ocupara de sancionar estas violaciones, así
como de otras más graves como las acciones vandálicas como el hurto o
destrucción de los pequeños cestos de basura que cuelgan de los postes del
alumbrado.
Conocemos la situación económica del país y la
imposibilidad o limitaciones para mantener o adquirir todo lo necesario para
sostener la calidad en la higienización diaria, de ahí que también sugerimos la
necesidad de aumentar el número de los obreros que se dedican a la limpieza
manual de calles y avenidas.
Recordemos que ya casi no circulan los carros
especializados en esa labor y tampoco contamos con aquellos que vertían agua a
presión para reducir el polvo que hoy aumenta de forma alarmante, junto a las
hojas que se acumulan en el suelo y resultan un reservorio para insectos
dañinos o una peligrosa fuente de accidentes.
Sin duda, hoy la campaña contra el mosquito es válida
y pudiera surtir mejor efecto si la extendemos a una real y efectiva
higienización de la ciudad, cuestión que aseguraría la eliminación de hábitats
de vectores y reducir al mínimo la suciedad que se acumula en aceras,
parterres, jardines y parques, que de proliferar podrían generar brotes de
enfermedades o posibles epidemias.
¿Y el perro adonde fue? ¿Al trabajo?
Los perros son capaces de estimular las relaciones entre los trabajadores, mejoran la productividad y disminuyen la tensión en momentos difíciles
Quizás a los empresarios la sugerencia de que los trabajadores de oficina puedan llevar a sus perros al trabajo pueda sonarles en sus oídos como una “idea totalmente descabellada”; pero, resulta que ese pensamiento no puede estar más alejado de la realidad, cuando se conoce que en el mundo ya esta no resulta una práctica insólita, única o carente de apoyo científico.
Cada vez se suman más centros de trabajo en muchos países que permiten que los trabajadores asistan a sus oficinas con sus perros, aprovechando así diversas experiencias que conducen a crear un ambiente cada vez más sano en esas áreas reduciendo el estrés laboral.
De ahí que los administrativos recurran en estos tiempos a aplicar esta u otras experiencias innovadoras y polémicas, en muchos de los casos, pero que ya han sido ensayadas con éxito, aun cuando en sus etapas iniciales siempre despertaron el normal recelo que produce todo lo nuevo.
Entre los novedosos proyectos esta el de la introducción de plantas en los centros de trabajo, tema ya abordado por esta página web y ahora el de permitir la entrada a las oficinas de los perros de los empleados que los posean como mascotas domésticas.
En este último caso los directivos persiguen el claro objetivo de crear ambientes mucho más relajados y sanos para finalmente reducir el estrés y alcanzar mayores niveles de productividad y calidad del trabajo realizado.
Investigadores de la Universidad de Commonwealth (Virginia) descubrieron que las personas que llevaban el perro al trabajo estaban menos estresados que los que no los llevaban.
Claro, que para iniciar el ensayo los científicos primero estudiaron los lugares donde se podían llevar a los perros, pues tenían que contar con quienes les temen o no los toleran por problemas de salud.
Luego de efectuar esos análisis preliminares e introducir la práctica de llevar a los perros pudieron comprobar una clara mejora de la satisfacción del personal que disfrutaba con poder acariciar de cuando en vez a sus mascotas, mientras ellas descansaban a sus pies.
El beneficio se extendía a quienes no poseían mascotas pero disfrutaban de poder acariciar a las de sus compañeros de trabajo, creándose un ambiente mucho más amigable y colaborador.
Claro que introducir esta experiencia también demanda de que los animales de compañía estén perfectamente sanos y adiestrados para que no ocasionen ningún problema y además asegurarse de que disfrutan de su estancia en esos lugares para que no muestren ansiedad y produzcan un efecto indeseado en el personal.
Lo cierto es que en los centros de trabajo que han abierto sus puertas a estos animales han reducido el ausentismo y el estrés laboral y han aumentado la concentración de las personas en sus objetivos de trabajo; y, sobre todo, se benefician aquellos trabajadores que dejan solas a sus mascotas durante las largas jornadas laborales, liberándolos de esa manera de la tremenda preocupación de lo que les pueda ocurrir mientras permanecen solos en los hogares.
Ahora bien, cabría preguntarse si tendremos en algún momento a algún administrador cubano lo suficientemente "arrojado" como para experimentar con semejante propuesta, que quizás pudiera enriquecer con la introducción de la decoración con plantas vivas, creando espacios verdes muy relajantes.
Un equipo de investigadores estadounidenses ha realizado un estudio de como afecta que los empleados lleven los perros cuando van a trabajar. El resultado descubrió que aquellos que llevaban el perro al trabajo estaban menos estresados que los que no lo llevaban.
mejora la satisfacción del personal de trabajo
El estudio preliminar fue realizado por la Universidad de Commonwealth (Virginia) en una fábrica en la que a los empleados se les permite llevar a sus mascotas a trabajar. Se hizo la prueba con 75 empleados, demostrando que los que iban a la oficina acompañados de los perros tenían un subidón en su moral y los niveles de estrés se reducían.
“Las diferencias en la percepción de estrés entre los días en que el perro estuvo presente y ausente fueron significativas”, explicaba Randolph Barker, autor principal del estudio.
“Los animales de compañía en el lugar de trabajo pueden ser una gran ventaja para la moral de los empleados”, “tener perros aquí es un gran alivio para el estrés” y “los perros son positivos, aumentaron la cooperación con los colegas”, explicaban algunos de los empleados.
Se imaginan llevar a su perro Duque, Layla, Oso, o Peluchin a su centro de labores?.
A pesar que esto podría venir con dificultades de orden práctico, un estudio en una empresa estadounidense sugirió que mejora la satisfacción del personal de trabajo.
También informo, que Los dueños de los perros redujeron sus sentimientos de estrés, y estudios previos sugieren que puede conducir a mayores tasas de absentismo y baja productividad.
Investigadores de la Virginia Commonwealth University estudiaron a 75 personas en una empresa de manufactura, donde cada día durante una semana de prueba, Se permitio que alrededor de 20 a 30 personas pudieran llevar a sus perros al trabajo.
Utilizando muestras de saliva tomadas a lo largo del día se compararon los niveles de las hormonas del estrés entre las personas que trajeron a sus mascotas, las personas que eran dueños de los perros, pero los dejaron en su casa, y el personal que no tenían mascotas.
A primera hora de la mañana no hubo diferencias en los niveles de estrés, entre los grupos, pero al transcurrir el día el nivel de estrés se redujo entre las personas que tenían a sus perros a su lado y aumento entre los otros dos grupos.
Tener perros en el lugar de trabajo parece mejorar la moral entre todos los miembros del personal, independientemente de que sus mascotas estaban presentes, informaron los investigadores en la Revista Internacional de Gestión de Salud en el Trabajo.
Randolph Barker, quien dirigió el estudio, dijo: “Las diferencias en la percepción de estrés entre los días que hubieron perros y la ausencia de estas mascotas fueron significativos, los empleados en su conjunto tuvieron una mayor satisfacción laboral”.
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